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Hoy en día, ya conocemos que los más pequeños no aprenden a leer solamente porque se les enseñe a reconocer todas las letras de nuestro abecedario. Ni tampoco juntando letras y formando sílabas y, a su vez, crear palabras. Este método ha sido el enfoque tradicional en muchos colegios.
Tampoco el método global ha tenido éxito en las aulas. Se trata de descomponer la palabra o palabras de una frase como totalidad, hasta llegar a las letras.
Pero esta tarea es mucho más compleja de lo que pensamos:
En primer lugar, uno de los prerrequisitos en la iniciación a la lectoescritura es, sin duda, la conciencia fonológica. Este es quizás, una de las claves para observar si nuestro hijo va a ser un buen lector. Es decir, si aún nuestro hijo no es capaz de hablar correctamente e incluso identificar cada fonema en su discurso, difícilmente podrá iniciarse en el mundo de la lectura.

Otro prerrequisito fundamental es la correspondencia grafema-fonema. Se llama así a la habilidad de asignar cada sonido a la letra o letras correspondientes.
Aplicando estas correspondencias, aprendemos a leer y escribir las primeras sílabas y palabras. Pero para seguir avanzando en el aprendizaje de la lectura, son necesarias también las habilidades perceptivas.
Las habilidades perceptivas son las que nos ayudan a procesar correctamente los diferentes fonemas de nuestra lengua y reconocer también las grafías.
Estas destrezas se adquieren en la etapa alfabética, donde leemos letra a letra y, seguidamente, sílaba a sílaba.
Cuando comenzamos la etapa lectora, se inicia lo que llamamos ruta “visual”, que nos permite ir reconociendo de manera directa las palabras y conjuntos de letras, dejando atrás la lectura silabeada. Esta ruta no es puramente visual (no sólo aprendemos a leer mirando), es un proceso viso-lingüístico que se va perfeccionando poco a poco.
Es decir, cuando hemos leído muchas veces la palabra “gato” ya somos capaces de reconocer esa palabra escrita y leerla de manera automática.
Según vamos avanzando en esta lectura visual, se adquieren recursos cognitivos y se va ganando fluidez en la lectura de nuestros hijos. Por eso decimos que la lectura se “automatiza” y pasamos de una lectura lenta y de mucho esfuerzo mental a una lectura automática y sin esfuerzo.
Es aquí cuando, por fin, alcanzamos la etapa ortográfica, y podemos empezar a adquirir una buena escritura.
Miriam del Pino – Logopeda (Nº colegiada: 45/0671)